miércoles, 23 de febrero de 2011

Viernes 5 de Marzo de 2010

Según pasaban los días comencé a tener una oleada de sueños eróticos sin tino, con uno con dos y la mayoría querían subírseme encima, quizás mí mente se estaba preparando para experimentar mucho más. En el instituto me daba igual aparentar ser virgen con quince años y no haber besado a Dario con ocho años, a Jerónimo y a Aarón con doce. Tampoco me molestaba el hecho de que Michael y los demás me dijeran guarradas, incluso que cuando estuviéramos a solas me hablara correctamente, pero seguía viéndolo como a un despojo humano.

Vi arreglarse a mí madre. En sus ojos veo el mismo dolor, desmoronarse su mundo, la misma pena que su sonrisa y sus miradas no podían ocultar. Pero como siempre, sacaba su garbo y su fuerza para salir adelante. No dejó de hacerle la manicura y pedicura a las clientas todos los días. Poco a poco se iba recuperando y llegaban a mis oídos cotilleos de que varios hombres la estaban cortejando, aunque ella no estaba por la labor de rehacer su vida nuevamente, no quería oír hablar de amor, ni siquiera de las discusiones de mí hermana mayor con su novio Cosme. 
Papá vino a recoger más piezas de ropa y zapatos de salir. Se escuchaba en el barrio que había comenzado una historia de amor, bueno que ya había estado con ella anteriormente. No le hablé, solo escuchaba las bolsas y sus pasos. Le escuchaba hablarme aunque no le hiciera caso y subí el volumen de la radio para que no me molestaran sus quejas. Tocó en la puerta para despedirse, le dije adiós. Preguntó si no le daba un abrazo, le dije que no, que estaba estudiando y la verdad era que me sentía bastante resentida por haberse marchado.

Mí hermano volvió a casa después de tantos días fuera, hablamos en la cocina, había llegado mucho más calmado, puesto que había conocido a una chica que le gustaba. Todo fue muy rápido y sin darse cuenta estaban enrollándose en los aparcamientos de un centro comercial. Toda esa semana estuvo conviviendo con ella y me pidió que por favor le cortara las uñas de los pies porque la chica no paraba de reírse a causa de tenerlas largas. Le gustaba que se las cortara, no dejaba que nadie más lo hiciera, es que él nunca aprendió a hacerlo por vago y cuando lo intentaba se hacía un daño horroroso, tanto con tijeras como con los corta-uñas. Con las manos no tenía pulso ni precisión y a causa de eso solía perder cuando echábamos una partida a la videoconsola. Le crecían hacia delante y afiladas. Casi siempre se sentaba en el sillón mientras tanto y me hablaba de sus batallas, porque siempre fue bastante fantasma. Desde pequeños mantuvimos una buena relación, bastante unidos para ser hijos de distintos padres, pero nos criamos juntos y de pequeños fuimos como uña y carne. Pero pronto creció y empezó a verme como a la hermana pequeña que era, dejamos de ser amigos. Ya no jugábamos a nada si no era a la videoconsola, incluso, no nos dábamos un abrazo desde muchos años atrás cuando corríamos por la playa desnudos. Su cuerpo había cogido masa muscular, era mucho más alto y hasta podía cogerme en peso por lo ligerita que siempre fui. Tenía manos grandes, de venas visibles y tenía los dedos llenos de anillos, la mayoría de oro. Hablaba, pero era más mandón que otra cosa y había cambiado su forma de ser. Se había vuelto más rebelde, incluso después de haber pasado en la cárcel tres meses al poco de cumplir la mayoría de edad y desde mucho antes ya había saboreado los placeres del sexo y las drogas. A su lado aprendí a hacer porros, se los liaba y los fumaba como si fueran golosina. Pero el olor me echaba para detrás y hasta me provocaban dolor de cabeza, aunque con el paso del tiempo me fui acostumbrando. Mamá prefería que fumara en casa y no en la calle esas cosas. No quería que los vecinos hablaran más de la cuenta, ya había tenido suficiente con verlo en la cárcel tras haber pasado por un juicio rápido por robo con arma blanca. 
Pero yo me asombraba con simplemente verlo duro, tieso como una piedra, cuando lo llamaban sus amigos alardeaba de las cosas que le iba a hacer a Tamara, porque así se llamaba su novia y vivía en Vecindario. Se la pasaba todo el día bajándose películas porno de Internet que luego ponía por las noches y yo aprovechaba a que iba al cuarto de baño para escuchar desde detrás de su puerta. Solo escuchaba jadeos y gemidos.

Esa noche a las doce quedé con las chiquillas en el zaguán del bloque de Micaela, llegué la primera, pero ella no tardó en bajar porque le gustaba arreglarse desde uno o dos horas antes. Había habido un cambio de planes, en vez de ir a la verbena decidieron ir a la caleta oculta de la playa donde podríamos estar con la música a todo volumen sin preocuparnos de los policías y los vecinos. A Micaela siempre le gustaba llegar desde el principio para ver a la gente, a sus conocidos de noches de desfase y amigos del novio. Nos sentamos frente a los chicos que intentaban tocar tetas descaradamente y cuando uno de ellos encendió la radio del coche todos se pudieron a bailar. Los tíos miraban, pero sus ojos observaban más a las amigas de Micaela porque tenían el cuerpo más desarrollado. Yo es que tampoco me hubiera arreglado tanto, preferí ponerme un pantalón vaquero y una blusa de botones que unas de esas faldas imposibles que las demás lucían. Las chicas movían con tremendo swing las caderas dejando atónitos a los presentes y me hablaban mientras bebíamos cubatas. Mí primo paterno Jorge llegó con su pinta de latinlover y vestido como el macarra que siempre había sido. 

A lo largo de la noche las chicas se fueron acomodando con los chicos que les gustaban, me quedé asolas con los demás varones, Láyonel y Luisma. La verdad es que no me hicieron demasiado caso, pero me percaté que mí primo no paraba de mirarme. Se encontraba detrás de su coche, me sonreía y se acercaba con disimulo. Me gustaba su pelo negro corto, con mechas rubias, sus ojos marrones ocultos bajo grandes gafas de sol que le daban un aire fashion y alardeaba de las veces que había venido a la playa hasta que consiguió ese bronceado en la piel que tanto me gustaba. Me hablaba muy pegado a la cara y podía percibir el olor a alcohol que le recorría todos los recovecos del cuerpo. Me perseguía con la mirada; me gustaba aquella situación, como cuando tienes las chinas y no puedes parar de rascarte. Habíamos hablado durante toda la semana a través del Chat e intercambiamos fotos, insistió para que le enviara alguna en ropa interior o de baño. Pero no tenía, siempre fui vergonzosa en ese aspecto. Pero las que me enviaba estaba sin blusa, exhibiendo sus músculos y su anatomía de infarto.

Acompañé un momento a Micaela a unas piedras porque se encontraba mal, tenía que vomitar lo que había bebido; esperé a una distancia prudencial, no vi nada, tampoco la escuché, solo la música de fondo. Algunas de sus amigas se acercaron para orinar y ver si se encontraba bien; una fue la que se acercó y le preguntó:
-¿Ha bebido mucho?
-Sí, bastante -respondí.
-Es bueno que lo eche fuera.
-¿Tú no deberías estar durmiendo?
-¿Cómo? -pregunté desconcertada.
-Eres menor, ¿no?
-Sí, claro. Micaela también.
-Sé como es mí amiga. Me refiero a que tengas cuidado, aquí hay mucho asalta cuna.
-¿Asalta cuna? -volví a preguntar.
-Sí, que follan con niñatas como tú.
Micaela se acercó con su otra amiga, las miró con desprecio.
-Chiquillas, Sara no es así. 

Volvimos con los demás. No encontré a mí primo, era pequeñito, pero gracioso. Lo eché en falta y también sus miradas sinceras. De repente, me lo topo de frente:
-¿Podemos hablar?
Afirmé con la cabeza.
-¿Me vas a responder a la pregunta que te hice el otro día?
-¿A cual?
-¿Tienes pibe?
-No, para nada.
-¿Quieres beber algo?
-Bueno.

Nos acercamos al bullicio, abrió la nevera cargada de hielo hasta arriba, sacó una botella de ron para servirse él uno seco, luego en otro vaso de plástico echó coca-cola y ron para mí.
-¿Mí tía Ariadna te dejó salir?
-Sí, bueno...
-Le mentiste.
-Le dije que iba a quedarme en casa de Micaela.
-Eres una loquilla.
-Para nada.
-¿Segura?
-Sí, parece mentira que no me conozcas.

A veces me daba la sensación de que no quisiera que lo mirase y en otras era como si deseara que me acercase. De un momento a otro nos encontramos de frente y todo fue bastante rápido, pero eterno a la misma vez. Una vez frente a frente me soltó el botón y la cremallera del pantalón con nerviosismo, y apuro. Le gustaban mis manos cuando recorrí sus mejillas y su cuello. Podría violarme, nadie se enteraría si lo hiciese.
-¿Vas a follarme? -le susurré al oído.


Se agachó para quitarme el pantalón y las bragas. Estaba asustada, pero me sentía protegida por sus manos expertas. Me hizo recostar sobre el capó de su coche y me embistió a lo salvaje. Yo gemí, él jadeó. Quería que supiera que me hacía un daño horroroso, pero le pedí que siguiera. Me tapó la boca con su mano izquierda y me susurró al oído, puta. Pero no era una puta. Quería poseerme a como diera lugar, no importaba donde, solo quería que lo tuviera dentro. Jadeos, mis gemidos y el sonido de las olas rompiendo contra la costa. Sus jadeos desenfrenados, mí vagina semidilatada y no se había percatado como me dolía. 
Él seguía, yo aguantaba como una campeona. Pronto terminó, como si todo se hubiera silenciado, como si solo existiera el momento de él y yo. Se apartó y escupió al suelo. Pensé que era a modo de desprecio hacia mí conducta. Mirarlo tan macho, se creía el amo del mundo y no había sido más que la recompensa de la noche. Ahora lo sentía dentro, pero sentía un miedo horroroso a su desprecio después de... Me miró con cara de pena al ver como había quedado. Sí, ahora era tarde. 
Luego se agachó para alcanzarme los pantalones, me los puse mientras el orinaba en silencio. Era como si estuviera pensando en lo que acabábamos de hacer y se arrepintiese. Cuando acepté en salir con las amigas de Micaela pensaba en bailar como una loca, beber algunos cubatas, pero todo se había torcido en mí cabeza, sintiendo sus babas impregnadas en la piel, su sudor sobre la frente, su semen en mí interior. Pensé que duraría más. Ni nos besamos, ni acariciamos como dos babosos. Dijo que hablaríamos por el Chat y se lo conté a Micaela, que creo que no me escuchó con lo colocada que estaba. Se había despedido de los chicos con intensiones de irse, pero le pedí que se quedara un rato más y aceptó. Eleuterio, él amigo de ésta se puso celoso cuando me vio regresar con mí primo y no me dirigió la palabra el resto de la noche. A eso de las cinco de la mañana me llevó en su coche hasta el zaguán y nos quedamos en silencio.
-¿Te dolió?
-Un poco -respondí.
-¿Solo?
-Bastante.
-Lo siento, me emocioné.
-Me lo imaginé.
-Lo siento, ni te imaginas las ganas que tenía de follarte.
-¿Sí?
-Sí, claro. Tenía ganas de llamarte estos días atrás.

Nos dimos un beso de despedida. Subí a casa y cuando me disponía a meterme en la cama recibí un mensaje de texto, miré el teléfono móvil y era de él, quería quedar por la tarde a eso de las seis, me llamaría para concretar cuando saliera de trabajar. Luego me llamó y le pedí perdón porque no sabía que tenía que ir a currar por la mañana, él pobre... seguramente pensaba en irse pronto para dormir aunque fuesen un par de horas y por mi culpa tendría que ir al trabajo muerto de sueño.


By José Damián Suárez Martínez

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