Salgo con Micaela de Marcha, y sexo, solo sexo. ¿Y qué dijo Luisma cuando le invité a salir? Que prefería quedarse viendo la televisión a estar haciendo el bobo en una verbena. ¡Que masque! Ninguno de sus amigos pueden decirle nada malo de mí, puesto que bailo con todos y me respetan por las amistades que les unen a él. Cómo si a él le importase demasiado lo que yo hiciese con ellos, me porto bien, no me emborracho hasta el punto de verme tirada por el suelo como esas penquillas de piernas fácilmente separables: ¡Qué horror, que clase de espectáculos tengo que ver rodeada de prototipos de hombres aspirando a ser superhéroes, esnifando coca en polvo como locos en la edad del pavo.
Llevo a más de uno a límites inimaginables, les muestro lo encaprichada que estoy. Le pregunto a Trusco si sabe que diablos le pasa a Luisma, ¿será gay? Más de uno está flipando con la idea de acostarse conmigo; conmigo como con cualquiera de la que está receptiva. Trusco dice que un tío que no folla es un tío que no funciona, que si no está conmigo es porque es gilipollas perdido. Pero Luisma me tocaba con deseo, pero no quería que fuéramos pareja estable por miedo al que dirán:
-¡joder! -grité desesperada que quería follar y fue como si se hubiera parado la música porque todos me estaban mirando.
Tuve que disimular virándome de espaldas. Micaela me dice que tal vez él estuviese pensando en matrimonio, en el futuro, en ir despacio.
Con el tiempo me había dado cuenta del tremendo sacrificio que significaba hacer el papel de chica respetable y comprendía que a lo mejor en el destino me esperaba algo mucho más especial. Eran sensaciones que cuando estás indignada no comprendes, pero cuando bailo con los chicos, me doy cuenta de que el sexo está a la orden del día. A veces incluso pienso, que estaría bien irme con ellos a un rincón apartado y dejar que me follen hasta reventar.
By José Damián Suárez Martínez
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