viernes, 25 de febrero de 2011

Me pasaba muchas horas muertas asomada a la ventana, soñando con una vida futura y observaba el barrio desde la altura de un sexto piso. Ropa tendida por fuera de las ventanas, sus sombras eran titubeantes movimientos cada vez que llegaba una ráfaga de aire. Las ventanas eran como junglas, llenas de macetas y flores variadas.

Mí padre fue a buscarme al aparcamiento del instituto, quería verme un rato aprovechando para alcanzarme hasta el zaguán de casa, decía que me echaba de menos. Había salido antes del trabajo y seguía con la otra. Me aseguraba que ella era lo que quería, había intentado mantener una buena relación con mamá y dijo que se había negado. Pero le pedí que me llevara, puesto que no me interesaba escucharlo y tenía hambre. No se percató de que llevaba el vestido, ni siquiera me dijo lo guapa que estaba. Me dejó tres calles más allá para que mi madre no nos viera juntos.

De camino al bloque todos los que paraban en la esquina me piropearon, allí estaba Veneharo, el cual viró la cara y escupió en un acto de asco hacia mí.  Lo que llamaba principalmente la atención era su vulgaridad, mal gusto y afición por el ruido.  
Normalmente los tíos del barrio solían llevar gorra o visera; hubiese sol, lloviera o fuese de noche. También las cadenas, pulseras, anillos y pendientes a ser posible de oro y cuanto más grandes mejor como decía mí hermano. La chica que siempre se ponía con ellos solía maquillarse sin medida como si se pintasen con rodillo. Y por norma general las chicas del barrio usaban prendas ajustadas hasta la asfixia o demasiado ligeras de ella.

Era raro no darse cuenta en que los chicos variaban sus peinados entre el cenicero o "U", los decolorados, crestas, boina (afeitado en los lados y pelo arriba) y dibujos en el pelo tipo símbolo de dolar. Y la estrella es el pelo corto con melena atrás (o rata). Las chicas siempre liso y o muy rubio o muy negro; incluso caoba muy tirando a tono fuego.

Me senté un rato con ellos antes de subir a casa. Sus principales temas de conversación era de tratar lo que harían en el "finde" y la fiesta. Y también de copular los unos con los otros. Para ello "el Macho" utilizaba diversos reclamos: el coche; cuantas más estupideces, luces y trozos de plástico inútiles tuviera mayor era el efecto. Tenía Seat León en color amarillo y cuantos más caballos mejor.


"El Pepino" tenía una scooter. Producía el máximo de ruido posible y hacía el caballito arriesgando su propia vida para llamar mí atención desesperadamente.


El Guillermo, al no tener ni lo uno ni lo otro chuleaba con el móvil de última generación que había comprado y no paraba de llamar porque lo había puesto de línea. Como decía Lolina: "Si no tienes coche, ni moto, dame tu número de móvil y te llamaré cuando estés necesitada".



By José Damián Suárez Martínez

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