-Te voy a hacer gritar -advirtió soltándose el cinto de cuero para sacarse el pene.
Un inmenso pene que casi me provocó una vergüenza absoluta. ¿Íbamos a hacerlo allí mismo? ¿No era peligroso? ¿No tenía miedo de que nos pillaran?
-¿Quieres hacerlo?
Me apuré, nos miramos a los ojos. Me besó, se la toqué y respiró hondo. Acariciaba mis hombros, mis senos, jaló de mi nuca delicadamente logrando que acercara mis labios a su glande. Nunca lo había hecho en la calle, decidí aparentar que no me importaba y me la metí en la boca. Recuerdo que la primera vez me dio asco al verla babosa, pero luego me acostumbré. Me gustaba verme frente a sus pantalones bajados y con su cuca en su boca. No tenía sabor, era salado y no tenía ningún olor; tal vez demasiado perfumada. Luego paró, me detuvo, me llevó a un rinconcito y me pidió amablemente que me tumbara, para seguidamente tumbárseme encima. No quiso esperar, simplemente quería follar conmigo. Se movió como si estuviera sacándome brillo. Luego se corrió dentro como en la playa.
Johan se mantuvo abrazado a mí cuerpo como un bebé buscando calor, como si necesitase sentirse acompañado, como si yo fuera el trozo que le faltaba en la vida. Me susurró al oído en varias ocasiones que yo era lo más bonito que le había pasado en la vida, que no quería que se acabase puesto que le hacía sentir vivo.
By José Damián Suárez Martínez
que buueno que te digan algo lindo luego de hacerlo...ultimamente los hombres lo hacen y terminan como si nada,sin mas...
ResponderEliminarsaludos!