Estaba echada en la cama, en la oscuridad de mí dormitorio con las cortinas echadas, con Johan sobre mis caderas, resplandeciente de placer y no tenía ganas de que se detuviese. El sudor, las babas, sus ojos brillantes, su peso me asfixiaba cuando se dejaba caer y temblaba la cama como si estuviera provocando un terremoto.
Arquetipo de hombre del deseo de una joven. Era inútil describir lo que me hacía sentir o experimentar. Sentía que llegaba al cielo, que tocaba las estrellas; siempre era una experimentación tan cósmica. Y es que mí abuela paterna que en paz descanse siempre me decía que disfrutase del presente, eso me daba la realidad de sentir la crudeza del cuerpo de un hombre sobre el mío, sumido en la aventura del placer más vivo en su interior, que en el mío. Un hombre como él me había enseñado lo que era sentirme poseída y domada en un acto carnal sucesivo: en todas las características de su placer. Era la imagen que siempre se repetía en nuestro día a día, con su complexión, el roce de su cuerpo, la protección que me entregaba. Así, en el barrio me veían como carne fresca. Ése nexo entre juventud, hermosura y exotismo.
En la cama opino que todos eran iguales, empeñados en llevar acabo el deseo del orgasmo. Solo los de mí corazón me habían traído problemas; como Luisma. Pobres machos, locos por probar pieles desnudas de hembras como yo, que solo buscaba el placer en el hombre que amaba, sin ver más allá del placer de su glande erecto. Con él me veía en posesión de mis dotes de la feminidad promiscua, de mis tentaciones orgánicas.
Parecíamos niños riendo, bromeando, jugando, en la soledad envolvente. Recordamos la primera vez que nos vimos, y la primera vez que me abrazó. Parecía que nos hubiésemos conocido ese mismo día. Hablamos de los que nos hacía enfadar y en como era la sensación de sentirlo dentro de mi, pero, luego bromeó con la idea de que podría quedarme embarazada; no puedo negar que eso me volvió a dejar pensando.
No era el tío más guapo del mundo, pero tenía un morbo bastante excitante. Por lo menos me sacaba la sonrisa... porque me ha demostrado su amistad y su cariño; que nunca ha ignorado.
Él conocía mí historia vivida con mí primo Jorge y con Luisma, nunca opinó acerca del tema y eso le hacía ganar puntos. Sabía que no era el hombre que quería para toda la vida y le confesé que no quería algo serio con él. No podía mirarle y hacerle coger ilusiones, porque cada vez que miraba sus ojos marrones que parecían llenos de esperanzas, me sentía una quimera entre sus brazos; por eso me pidió al menos una oportunidad, quería que le conociera... Luego sacó una rosa de su sudadera y me la entregó, era la primera vez que me regalaban una y me emocioné. Le besé efusivamente y quedamos abrazados durante más de tres horas, fue súper bonitooo.
By José Damián Suárez Martínez
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